Limónov (Emmanuel Carrère)
¿Qué es Limónov? ¿Exactamente qué es: una biografía, que como tal, tenderá a buscar ciertas verdades en la vida de su protagonista? ¿Una novela, que como tal representará una vida ficcionada? No lo sabemos. Jamás podrá nadie saber, quizás a excepción del propio Eduard Limónov, cuánto hay de verdad y de mentira en esta historia sobre su vida boscosa que lo llevó de ser un revolucionario, a un fascista, a ser considerado terrorista, artista reputado, escritor famoso, fundador del partido político Nacional Bolchevique en Rusia. Y aún el verdadero Limónov puede equivocarse al considerar ciertos pasajes verdaderos o falsos, porque el autor de este libro no sólo se detiene en los hechos, como haría un biógrafo puro, sino que se hunde en las consideraciones, en los pensamientos de su personaje, y vuelve a Eduard Limonov justamente tal: un personaje literario, ficcionando su propia historia de vida.
El Limónov de Carrère —al real no me refiero, puesto que no lo conozco— es un hombre egocéntrico, desbordado, con sueños de grandeza. Es hasta tal vez demasiado comunista para la antigua URSS, donde comienza su vida y la historia del libro, y luego, cuando viaja a EEUU, quizás demasiado facista, demasiado capitalista para el capitalismo yankee. Es decir, es un caso de extremos rotundos. Más curioso aún es el hecho de verificar que este hombre existe.
En la novela podemos ver cómo se va enlazando su vida de escritor incendiario, con la de político extremista y hasta terrorista. Es muchas veces un personaje detestable, y quizás pueda provocar un cierto rechazo en el lector ante su total falta de empatía o de moralidad entre el bien y el mal, sin embargo, el autor de esta novela jamás le abandona, siempre le cuida, y siempre logra traspasar alguna cuota de cariño hacia este, su personaje, lo que permite que no le perdamos en nuestra lectura.
Se trata de una novela que ha sido largamente reeditada y premiada. En las criticas que he leído se aplaude en general aquel aspecto que acá nombraba, sobre esa ambivalencia entre la realidad y la ficción, donde se desarma el muro, donde no existe un narrador-ficcional sino que es el autor de este libro-ensayo el que nos habla, y donde, por otro lado, no existe una biografía real, ya que como decía, el biógrafo se inmiscuye incluso en los pensamientos y sensaciones intimas de su retrato, técnica que es propia de la literatura, propia de la existencia de un narrador tradicional. Eso ha sido muy aplaudido. Y tiene sus virtudes, hartas, porque Emanuel Carrère lo logra hacer funcionar. Pero para nosotros, que vivimos en Chile, ya sabemos que esta misma idea ya ha funcionado en el pasado, por ejemplo, en el caso —no exactamente idéntico, pero que se sirve de la misma matriz— particular del desbocado Carlos Droguett y su Eloy, donde este se pone en el plano de un bandido real, y ficciona su última noche, contándonos hechos verídicos pero llevándolos al plano de lo no verificable. Y una biografía es lo que se ha podido verificar o, al menos, conjeturar sobre los hechos verificados. Pero Limonov transita en otra senda, que lo pone en el camino netamente literario, con lo que logra cierta belleza.
«Lo que leímos», 6 febrero 2015