Limónov
Limónov, de Emmanuel Carrère
En lo alto de una de las colinas que rodean la ciudad de Sarajevo, Eduard Limónov se codea con el líder bosnio Radovan Karadzic. Estamos en plena guerra de Bosnia. Karadzic, alto, con su inconfundible flequillo al viento, se dirige al pequeñajo, delgado y fibroso Limónov. Le explica las maldades de los musulmanes bosnios y la justicia de su asedio a la ciudad, mientras le muestra orgulloso un mortero «pagado con dinero bosnio». Juguetean con un perro. Karadzic se aparta un momento para hablar por teléfono con su mujer, y Limónov aprovecha para pedir a los soldados que le dejen probar la ametralladora. Con sus ojos miopes, mira por la mirilla telescópica, parece apuntar, sonríe como un niño entusiasmado con su juguete, y finalmente descarga dos ráfagas sobre la ciudad.
Este vídeo, muy fácil de encontrar en youtube, nos muestra la cara más siniestra de Eduard Limónov, un enamorado de la violencia, que, paradojas rusas, se ganó la admiración de Garry Kaspárov, activista político y quizá el mejor ajedrecista de la historia, o de periodistas tan respetados como Anna Politkóvskaia, quien definió a los militantes del Partido Nacional Bolchevique (cuya bandera lucía la hoz y el martillo para recrear la esvástica nazi), fundado por el mismo Limónov, como «jóvenes valientes, íntegros, los únicos o casi los únicos que inspiraban confianza en el futuro moral del país».
Si Emmanuel Carrère hubiese escrito una obra de ficción con un protagonista parecido a Eduard Limónov, los lectores hubieran criticado la poca verosimilitud del personaje. Pero todos sabemos quién gana siempre en el combate entre realidad y ficción. Por eso «Limónov no es un personaje de ficción. Existe y yo lo conozco», nos dice Carrère. Este libro es la historia de su vida, y desde la primera página agarra al lector por donde más duele y no lo suelta hasta que termina. Limónov es un libro impresionante, apasionante, fascinante y todos los nantes que se os puedan ocurrir, y su protagonista, una de esas personas repulsivas y entrañables que a veces regala la vida a la historia.
El escritor y disidente Eduard Veniamínovich Savenko, más conocido como Limónov, es un fascista que desprecia la debilidad, sublima la violencia, y siempre se sitúa al lado de los débiles; un enamorado del lujo que ama la vida espartana; un admirador de Stalin que lucha por la libertad de expresión; un eterno revolucionario que ansía alcanzar el poder; un grotesco candidato a la presidencia de Rusia que ha sido punki, chapero, mayordomo, mercenario y dandi. Y si pasamos de sus características personales y nos centramos en narrar la aventura de su vida necesitaremos por lo menos 400 páginas. Esas son las que ha empleado Carrère para contarnos, de manera sucinta, frenética, magistral, y con un lenguaje a menudo obsceno (la vida de nuestro antihéroe es así), los avatares de este escritor y disidente político de mirada glacial y barbita trotskiana. En sus páginas recorremos las calles de la gris y deprimente ciudad ucraniana de Járkov, donde el pequeño Eduard se dedica a callejear y pasarse días y días borracho en compañía de futuros criminales, aspirantes a poeta, pintores fracasados y violadores. De ahí pasamos a un Moscú tan asfixiante política como culturalmente, de donde, sin otra salida, nos exiliamos a Nueva York. Allí vemos a Limónov disfrutar del mayor lujo imaginable, para luego acabar dejándose sodomizar por extraños en Central Park. Nuestro héroe alcanzará por fin el éxito en Francia con su primer libro, un autobiográfico y provocador El poeta ruso prefiere a los negrazos. En la guerra de los Balcanes se apuntará, literalmente, a un bombardeo, y regresará finalmente a una Rusia tomada por los gángsters y los oligarcas, donde intentará llevar a cabo una revolución violenta. Y eso por mencionar sólo unos pocos de los incontables grandes momentos de un libro que deja al lector sin aliento.
Carrère, sin embargo, ha escrito mucho más que la historia de este hipnótico canalla. Limónov es la historia de 50 años de Rusia, desde la muerte de Stalin, pasando por el deshielo, la decadencia de una Unión Soviética gobernada en sus últimos años por momias que se enterraban unas a otras, el colapso, la revolución, el caos y el imperio de la mafia, hasta llegar al nuevo zarismo putiniano. Es también una historia del exilio ruso, y el lector acaba entrando y saliendo de esas fiestas en apartamentos de Nueva York llenos de humo y famosos como Pedro por su casa. Nos encontramos, por ejemplo, con Rudolf Nuréyev, ante quien Limónov se acompleja: aquí hay alguien más exótico todavía que él, más «salvaje», un tártaro auténtico que deslumbra al underground neoyorquino de un modo que Limónov no es capaz ni de soñar. Conocemos asimismo a Joseph Brodski, cuyas ínfulas no dejan de irritar a Eduard, lo mismo que sucede con Solzhenitsin, el barbudo profeta a quien Limónov no perdonará jamás que desacreditara el imperio del terror instaurado por Stalin. De hecho, «¡Stalin! ¡Beria! ¡Gulag!» eran algunas de las principales reivindicaciones del Partido Nacional Bolchevique, hoy ilegalizado. Pero que nadie piense que nuestro amigo, por llamarlo de alguna forma, ha abandonado la lucha…
En suma, cultura, historia, y relato de una vida que hace palidecer a las grandes novelas de aventuras, Limónov está llamado a ser uno de los libros del año.
«Libros y Literatura.es», 10 julio 2013